Don Carlo, la épica ópera de Giuseppe Verdi que explora los conflictos políticos, religiosos y personales en la corte española del siglo XVI, tuvo su lugar en el Teatro Avenida. Aún queda una función, el día 10 de octubre.
El pasado sábado 4 de octubre, Opera Festival Buenos Aires se embarcó en el desafío de poner en escena Don Carlo, la magna ópera de Giuseppe Verdi que entrelaza la historia, la política y la pasión en la España del siglo XVI.
La producción fue, ante todo, una declaración de intenciones. La dirección escénica de Emilio Urdapilleta apostó por una lectura que intentó ser fiel al espíritu monumental de la obra, admitiendo una preponderancia al coro (con dirección de Silvia Aloy) por sobre la propia escenografía. El esfuerzo por llevar esta ópera compleja al público fue palpable y, a su modo, permitió que la música fluyera.
El Corazón de la Tragedia: Un Elenco Comprometido
El motor de la noche fue el elenco de solistas, quienes asumieron roles verdianos que, más allá de sus arias icónicas, no suelen ser representados con asiduidad en las Salas Argentinas.
En los roles principales vimos a:
- Pablo Truchljak (Tenor) como Don Carlo.
- Graciela de Gyldenfeldt (Soprano) como Elisabetta de Valois.
- Cristian De Marco (Bajo) como Felipe II.
- Mairín Rodríguez (Mezzosoprano) como la Princesa de Éboli
- Enrique Gibert Mella (Barítono) como Don Rodrigo, el Marques de Posa
- Carlos Esquivel (Bajo-Barítono) como el Gran Inquisidor.
Logrando sortear las exigencias vocales de la ópera, el elenco demostró un compromiso admirable para traer este relato que muestra las complejas relaciones de poder y afecto. Don Carlo es una obra que demanda un caudal vocal y una resistencia dramática fuera de lo común; la capacidad de sus solistas para sostener la épica verdiana a lo largo de los cuatro actos es un mérito que merece ser destacado. Más allá de las particularidades y vicisitudes de cada interpretación, el valor reside en la persistencia con la que se logró transmitir la música exquisita y el drama intenso a un público asistente diverso, que recibió con calidez el esfuerzo visible en el escenario.
Por su parte, la Maestra Susana Frangi tuvo la labor encomiable de dirigir la orquesta, alcanzando resultados altamente gratos en la articulación de la densa partitura de Verdi. Dirigir una ópera de esta magnitud implica no solo una precisión técnica, sino la capacidad de balancear el foso para que no opaque a los cantantes, y de mantener el pulso narrativo de la tragedia. La conducción de Frangi fue el ancla musical que permitió al relato avanzar con la solemnidad y el ímpetu requeridos, ofreciendo un soporte sonoro que respetó tanto la intimidad de los diálogos como la grandilocuencia de las escenas corales.
El Resplandor Irrefutable de la Éboli
Dentro de un reparto que sostuvo el drama, hubo una artista que se convirtió en la verdadera revelación de la función e iluminó la noche con su interpretación: la mezzosoprano Mairín Rodríguez en el rol de la Princesa de Éboli.
Rodríguez no solo encarnó la intriga y la furia de su personaje con una presencia escénica arrolladora, sino que demostró una autoridad vocal que trascendió la puesta general. El punto culminante fue, sin duda, el aria del acto IV «O Don Fatale». La mezzosoprano desplegó una técnica impecable, con un registro grave sólido, cargando cada nota con la desesperación y el arrepentimiento que demanda este tour de force.
Dónde y cuándo
Para quienes deseen experimentar esta inmersión en el universo verdiano, Don Carlo tendrá su última función este viernes 10 de octubre en el Teatro Avenida. Tickets aquí
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